Es una noche inmensa y sin estructura. Pero se apostrofa con nuestro corazón. Es media tarde, hace buen tiempo, papá se levanta las mangas de la camisa. Un perro ladra fuera, los olmos rumorean, el grifo del lavadero gotea. Se oyen los golpes de mi hermano, trastea en el taller del jardín. Mamá está abajo, atendiendo el negocio o más bien esperando el primer cliente de la tarde. La casa huele a faena, a comida fría. Un cierto olor de tierra, de tomates, de patatas sobre la paja, de ausencia. Recostado sobre el fregadero, descansando del día, del trabajo, de la enfermedad, de la vida, que en los últimos años se emperra en considerar una farsa, mi padre contempla una nube. Sonríe bajo el bigote rojo. Te echo de menos.
Escribir es el arte personal, la meditación, la pequeña meditación, diaria. En la escritura tocamos el mundo, la abrazamos.