En la escritura y la lectura de (blanc) se busca el reconocimiento de materias e individuos, uno a uno de cada color y de cada ser en su ritmo. Y en ellos, también, el blanco cegador. Las cosas cuando son en sí mismas. Lo que las abstracciones destruyen. Individuos libres de nombre, reconociéndose en su propio cuerpo. En su humanidad o materialidad, en su vida-en-la-humillación, o en la alegría. En el encuentro con la abeja, la naranja, el lugar, el cuerpo.
Aquí no interesa lo que denominamos poeta sino la materia dictándose en más materia. La palabra abierta al mundo. La palabra que rompe el blanco para abrir, para abrirse a un particular, a una verdad única, una nueva fulguración blanca.